LA CANDELARIA Y SAN BLAS
Por Rafael Romero Jiménez.
Cada día 2 de febrero, a la caída de la tarde como ya es tradicional desde tiempos inmemoriales se celebra en casi todos los pueblos de nuestra Comarca “La Candelaria”. Al siguiente día, durante la mañana, en las distintas iglesias tiene lugar la bendición de panes con motivo de la onomástica de “San Blas”, bendición habitual también desde hace muchos siglos. Pero el caso es, según he podido comprobar, que mucha gente de las que participa en estas dos celebraciones ignoran el origen de ambas fiestas. Creo que habría que profundizar en el porqué y desde cuando. Lo cierto es que la Candelaria desde mil novecientos sesenta hasta nuestros días, ha evolucionado hasta convertirse desde unas hogueras prendidas por los niños con capachos y maderas que conseguían a duras penas, a una diversión familiar en la que se incluye asado de carnes y degustación de vinos. Probablemente durante la época anterior a la guerra civil fuera diferente, pero en la posguerra era una fiesta de niños en la que jugaban y ser calentaban con la candela . En cuanto a la bendición de hornazos, rosquillas y panes con motivo de San Blas, no ha habido modificación en la tradición y las madres con sus niños y los maestros con sus alumnos acuden a la Iglesia con sus bandejas de mimbre, canastos y cestas con sus panes envueltos en las multicolores cintas de San Blas que el Párroco rocía con agua bendita. Son dos fiestas bajo el denominador común de lo religioso, pese a que la Candelaria hay quien la ubica en prácticas paganas. La primera habría que buscarla, según la tradición cristiana, en la conmemoración de la presentación de Jesús en el templo y la purificación de su Madre la Virgen María. Parece ser que la Candelaria, según algunos historiadores proviene de las velas o candelas que los fieles llevaban en las procesiones y que tenía lugar para suplir los grandes festejos de la expiación y purificación que se celebraban en la antigua Roma en la mitad del mes de febrero (februa), esta fecha se traslado a cuarenta días después de la Navidad, creyéndose que la fiesta de la Candelaria fue instituida en el año 542 por el emperador bizantino Justiniano I, la festividad de San Blas habría que buscarla en la tradición e iconografía cristiana o en el momento en que los santos influyen en todo y cada apuro tiene su abogado o tal vez en las épocas de los gremios, cada oficio o profesión tiene su santo patrón y sus milagros. No obstante en el suelo hispano, así como en otras latitudes la iconografía cristiana procede del siglo II, desarrollándose rápidamente en los siglos III y IV, aquí aparece en el siglo XII debido al retroceso que supuso las luchas iconoclastas entre los siglos VII al IX , lo que representó que la imaginería no apareciese hasta el mentado siglo XII y es a partir de ésta centuria cuando la única literatura que circula sea la vida de los santos, teniendo cada uno su leyenda y los mártires sean insensibles a los terribles tormentos, entre los que figura San Blas, obispo armenio del siglo IV, mártir bajo el poder de Dioclesiano, que salvó la vida de un niño que se estaba asfixiando por culpa de una espina que se clavó en la garganta. Fue ahorcado y decapitado, por eso se le atribuye las curaciones y males de la garganta, además se le considera el Santo patrón de gremio de los cardadores de lana debido a la forma en que fue martirizado con un rastrillo o peine de púas aceradas de las que se utilizaban para la cardar la lana.
Cada pueblo debe buscar y escribir su pasado, recopilar sus leyendas porqué los hombres de esta época no pueden seguir sin saber lo que paso antes y asistir a una efeméride sin tener de ella la mas remota idea, por lo que desde aquí me tomo la libertad de pedir a los jóvenes y a los mayores de nuestra Comarca que recopilen historias y leyendas del pasado y las den a conocer afín de que las generaciones futuras sepan el porqué de cualquier festividad. “Celebrar” significa, como dice el diccionario de la lengua, “ dar importancia o solemnidad a una fecha, a un acontecimiento” y no es comprensible el asistir a esa solemnidad o acontecimiento sin saber que es lo que se celebra. Los historiadores y amigos de la historia tienen la palabra y un gran camino que indagar para darlo a conocer.
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