domingo, 9 de septiembre de 2012

METODOLOGÍA DIDÁCTICA


ACTOS FALLIDOS.
 Rafael Romero Jiménez

Cuando éramos niños se nos enseñaba que la gramática era la ciencia y el arte de hablar correctamente nuestro idioma, se nos decía que se dividía  en cuatro partes: analogía, sintaxis, prosodia y ortografía. La prosodia se auxiliaba de un método bastante drástico empleado por los “magister”, era “Doña Tecla”, el palo didáctico, regla  por la  que nosotros, los infantes, al llegar a ser adultos,  debíamos hablar tan correctamente como en Valladolid o Burgos, cuna de nuestro idioma. Eso, trajo consigo  que ni uno de nosotros nos libráramos “del palo didáctico” pegado con fuerza en nuestras infantiles manos por nuestros bienintencionados pedagogo, defensores de la lengua del imperio, en su empeño de que en Andalucía  se hablara como en  Castilla . De manera que  cuando uno, no dominaba el léxico y hablaba empleando palabras inadecuadas, no leía con autentica pronunciación castellana y empleaba dicciones antónimas cuando no debía,  el maestro y los ilustrados dijeran que  “no sabíamos  hablar”, llamándonos “palurdos”  y a renglón seguido “palo didáctico al canto” o al rincón de rodillas...Sin embargo, hoy, cuando ocurren estas cosas, se dice que son “actos fallidos”...y no me refiero a los niños,  sino a los adultos,   cuando  debiera ponerse un especial énfasis en nuestra lengua y literatura al igual que se hace en otras materias, porque no es lo mismo anterior que posterior y eso se oye mucho, pero confundiéndose los términos... ¿ como se quedaría usted si estuviera en una asamblea y la personalidad que debiera inaugurarla comenzara así  su alocución? ¡ Amigos y Amigas! “levanto la sesión de hoy, con el ánimo de solucionar los múltiples problemas que a continuación  expongo :..”. A mi entender, una de las palabras empleadas no se ajusta a lo que quiere expresar y no se corresponde en absoluto con lo que un principio quería decir. En la mente de nuestro orador, es de seguro que quería decir  ¡Amigos y Amigas! “inauguro la sesión de hoy...” y sin embargo le ha salido la palabra “levanto”, que es una dicción absolutamente antónima con lo que quería expresar. Detrás de éste desatino, según los psicólogos, se encuentra el deseo instintivo de acabar lo más rápidamente posible con la sesión, ¿qué le ha ocurrido al orador? pues desde  la perspectiva de la psicología, que su deseo inconsciente de terminar lo antes posible ha superado a la voluntad consciente, tratándose de una forma muy leve de los llamados “actos fallidos”. No acostumbrándose a darles mucha importancia, pero no siempre el origen puede descubrirse con tanta facilidad, situación que  puede darnos una “pista” de lo que en realidad está pasando en el sentir más profundo de nuestro personaje. ¿Pero no podría ser esa “pista”, que a nuestro orador le faltara dominar el léxico y con tal de presentarse al auditorio como hombre o mujer que domina el idioma,  le pasará como aquel que  se apeó del tren antes de llegar a la estación  y cuando llegaron a su casa los que le esperaban se lo encontraran sentado en una mecedora  y como explicación,   dijera que en lugar de venirse por la ”vía adelante” , se había venido por la “vida adelante”?.... Don Federico en su carta al Señor Alcalde, refiriéndose a la dicción carnecería por carnicería, decía que había que  cuidar de la ortografía, a lo que habría que agregar y “al bien hablar”... porqué cuando se emplean palabras antónimas que no vienen a cuento, se está diciendo lo contrario... como si estuviéramos en la novela de un Yanqui en la Corte de Rey Artur,  en la que se hablaba y se hablaba, convirtiéndose en  un lenguaje de besugos y eso precisa de una terapia, como se dice ahora, pero no la de “Doña Tecla o Palo Didáctico” muy de acorde con los dirigentes de aquellos tiempos..., sino la que me recuerda  André Maurois cuando dice que “el arte de leer, es en gran manera, el arte de encontrar la vida en los libros y de, gracias a ellos, comprenderla mejor”, a lo que yo agregaría: “ y de encontrar palabras en su lugar adecuado, fuente de conocimientos lingüísticos y medicina para esos llamados “actos fallidos”. Recomendando, que el mejor regalo que se le puede hacer a  los afectado del “síndrome del actos fallidos...”  es un buen libro y para caso de no saber el significado de alguna que otra palabra, adquirir  un buen “Diccionario de sinónimos, de ideas afines y antónimos .

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