LITERATURA INFANTIL
Por Rafael Romero Jiménez.
Cuando las televisiones, los juegos informáticos y las diversiones , apartan a nuestros niños de la ficción, poesía, biografía, historia y otras manifestaciones literarias, se hace cada vez más necesario, que al igual que en el siglo XIX, se vuelva a “descubrir al niño”.
El romanticismos y su entusiasmo por la persona, favorecieron el encumbramiento de la fantasía. Muchos autores buscaron en la literatura popular como fuente de inspiración indagando en los lugares más escondidos, hallando leyendas, sucesos e historias que recuperaron para la infancia. De esta forma, al comienzo del ochocientos, aparecen magníficos escritores que se convierten en clásicos de la literatura infantil, como Jacob y Wilhelm Grimm que escribieron maravillosos cuentos para la infancia y el hogar, eran aquellos cuentos que en los largos y fríos inviernos de la posguerra nos contaban nuestros mayores que acurrucados en la camilla al calor de bracero, oíamos con la mayor atención, silencio y entusiasmo y que posteriormente contábamos a nuestros pequeños amigos. Eran los cuentos de Pulgarcito, Barba Azul, Blancanieves...o la Cenicienta en la versión de Perrault.
España se incorpora más tarde a esta corriente literaria popular y Cecilia Böhl, conocida con el seudónimo de Fernán Caballero se preocupa por la literatura de los infantes, publicando en 1.874 la colección “Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares infantiles”. Fué Fernán Caballero la que animó al Padre Coloma, para que en 1.884 escriba la colección de cuentos “Lecturas recreativas” con su famoso “Ratón Pérez” inspirado en una leyenda popular, así como “Jeromín”, referida a la niñez de Don Juan de Austria, obra que supuso una nueva forma didáctica de contar la historia. En 1.876 aparecen los fantásticos “cuentos de Calleja” y su “Editorial Saturnino Calleja” la que editara casi todo lo que se escribía en el mundo para los niños, contando con los mejores ilustradores y autores del momento, como eran, entre otros, Salvador Bartolozzi. En 1.883, Carlo Collidi en 1.883, crea a “Pinocho”, el muñeco de madera, al que convirtiera en un niño de carne y hueso, como símbolo de la evolución y la toma de conciencia por la parte humana. Son innumerables los autores que dedican su tiempo a esta literatura hasta la llegada del siglo XX que logra una plena autonomía, época en la que los escritores tienen en cuenta a la hora de escribir, la psicología del lector infantil, sus intereses y sus vivencias, haciendo que los personajes tengan vida interior o conciencia, nazcan, crezcan o mueran a lo largo de la obra. En 1.904 aparece “Piter Pan” de James M. Berrie: es la historia del niño perpetuo, que no quiere hacerse mayor, el que conversa con los animales, escucha a los genios o duendecillos que viven entre las plantas y conoce el mundo invisible que se esconde detrás de lo existente. A lo largo del siglo pasado surgen personajes literarios que conectan con los que ahora tenemos mas de cincuenta años....y que hoy, en este otro siglo, notamos a faltar, por el sencillo convencimiento, de que entre otros razonamientos, estas obras literarias, son una forma de diálogo y vinculo entre padres e hijos, abuelos y nietos... En resumen, entre mayores y pequeños. Diálogo inexistente, que a mi juicio, esta influyendo de manera muy negativa en la crianza de los niños que muchas veces son dejados delante del televisor, para que los entretenga, “ tragándose todo lo habido y por haber..”, ignorando las consecuencias que pueda acarrear en la formación y educación del niño.... Felicito y apoyo la labor de Virgilio, profesor de Lengua y Literatura del I.E.S. Aguilar y Cano de Estepa, por su inquietud en el campo de la literatura infantil y su interés en la investigación, y recuperación de los tesoros literarios perdidos que fueron pasatiempos de los niños del pasado y vinculo de confraternidad entre niños y mayores. El niño al que su madre o le cuenta un cuento antes de dormirse, duerme placidamente....
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