LA MUSICA EN EL PASEO NO DEBIERA FALTAR....
Por Rafael Romero Jiménez.
Hablar del pasado y encontrar a faltar acontecimientos festivos que antes se celebraban, no es nostalgia.
No soy de aquellos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, como cantaba Jorge Manrique, no, por que de ser así, no sería consciente de lo cerca que vivieron muchas personas del límite de la supervivencia hasta no hace mucho.
La historia, como dice el Doctor Rojas Marcos, es el mejor antídoto de ésta nostalgia.
El pasado, fueron unos tiempos y el presente son otros, lo que no debiera ser un impedimento para recordar, que es vivir y recobrar celebraciones populares que sin motivo aparente desaparecieron de nuestro almanaque, cuando son parte de nuestra identidad como pueblo, aparte de ser motivo para disfrutar de lo que recibimos de nuestros antepasados y que otros pueblos buscan y no encuentran, hasta el punto de innovar, por no decir inventar, que es otra forma de atraer y dar vida saludable a la sociedad cuando no cuenta con un pasado como el nuestro.
Hemos arrancado nueve hojas del calendario, han pasado tres trimestres desde que el viejo reloj de la Villa diera sus doce campanadas clausurando el 2010 momento en que “algunas personas” en el Paseo vitoreaban la entrada del décimo año del Siglo XXI, que al igual que en otros tiempos fuera el lugar de reunión con motivo de efemérides, fiestas y onomásticas, salvo que entonces acudía todo el pueblo.
En otros tiempos, los acontecimientos notables tenían lugar en el Paseo , plaza coronada por el Reloj de la Villa, el horómetro del Ilustrísimo que con tanto esmero cuidaran los alguaciles López, el hermano del Curumeo y después Antonio, el marido de Lutgarda, lugar estepeño por excelencia que sigue esperando la oportunidad de volver a ser lo que fue: el corazón del pueblo y testimonio de las diversos acontecimientos al aire libre.
Pero el viejo reloj en lo más alto del Ayuntamiento restaurado, no falla y sigue cumpliendo cada día con su cita, para desde la cúspide su campana anunciarnos la hora, en espera de seguir siendo el testigo de los acontecimientos más notables del pueblo, lo que me sugiere coger sus manecillas y dar vueltas en sentido contrario hasta situarlas imaginariamente en la cuarta o quinta década del novecientos : en la posguerra, de la que tanto se habla por oídas.
Mientras retrocedo se suceden múltiples acontecimientos, desde desfiles militares, procesiones, cabalgatas, pregones, carnavales y censuras por las autoridades municipales de las coplas de los murguistas, discursos desde el balcón consistorial, actos religiosos y hasta protestas contra el Cardenal Segura, pasando por la industria del charlatán, el comerciante ambulante, que montado en el portalón de su vieja camioneta vende mantas, peines, matamoscas, cortes de traje, purgantes, jabones, colonias, agua de rosa y un sin fin de artículos al público allí congregado, son los tiempos en que la música armonizaba las tardes bajo la batuta de don Rafael o don Nicolás, mientras los veteranos músicos como eran los maestros Arenas, Chía, Giraldez, Fuentes los Picapedreros o Porquera en compañía de los más jóvenes alegraban con sus notas musicales aquellos jueves y domingos del verano estepeño, mientras el pueblo atento deleitaba las notas musicales y se recreaba oyendo el Sitio de Zaragoza, el Vals de las Olas y otras tantas partituras, mientras por otro lado, los pretendientes se arrimaban o correteaban a las muchachas en demanda de relaciones formales, en tanto que los más chicuelos con las pipas de algarrobas que compraban a José Levita y dos chinos, jugaban muy callados y atentos a las gallinas y los lobos en los pétreos asientos, gastados por las inclemencias del tiempos aún se aprecian muy diluidos los grabados con los caminos del entretenimiento.
Fue el Paseo el lugar donde niños jugábamos a las cajillas, al trompo, a las bolas, a piolas, al burro de la pared y las niñas a las tordas; sitio de lectura donde los niños nos sentábamos en las calurosas tardes del verano a leer los chascarrillos o tebeos que nos alquilara a perra chica, el Abuelo Charoles, el padre del Limpiabotas, acontecimiento que jamás se ha repetido en lugar alguno: “que todos los niños de Estepa en edad escolar, se sentaran alrededor de la plaza y en silencio absoluto se pasaran las siestas del caluroso verano leyendo las más diversas aventuras del Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrin, Hipo, Monito y Fifi, Rabanito y Cebollitas, Cartapacio y Seguidilla, Narizan y los Cuentos de Calleja, mientras aprovechando el paso de Guerrero, el fontanero del Ayuntamiento que en aquellas calurosas horas regara el Salón para que poniendo el dedo en la manguera refrescara con sus finos chorros de agua a los infantiles lectores, riego muy frecuente para evitar el polvo, que de no ser así, q hubiera hecho imposible la música, el paseo y saborear los polos del Bar Jerez, los higos chumbos, majoletas y palmitos del Lopijo, los moldecitos de miel, garbanzos tostados, manzanas de caramelo, sorpresas y sifones en miniatura del abuelo Cachacha o los buenos nísperos de José Fernández.
¡Guerrero agua quiero!
¡Joaquín!
¡Agua aquí!
Fue el Paseo el centro lúdico y cultural de nuestro pueblo, que en su fondo estaba La Unión Gremial y después Casino de Artesanos e Industriales, donde viviéramos, a pesar de las penurias por las que atravesaba España, los más divertidos carnavales infantiles, con Tito Vázquez y El largo del Bar al piano, cantando la pelona y otras tantas canciones de la época, cucañas, papelillos, mientras en el Bar Jérez, se congregaban los aficionados del fútbol a oír por radio a Matías Prats que emitía con gran énfasis los partidos de la liga, mientras del Salón o Paseo, salían las notas musicales de la Banda y el público tanto infantil como adulto disfrutando del Paseo.
En el Paseo tampoco faltaban los vendedores de tabaco y para los más pequeños de matalauga...
“ Aquí tenemos a Peralta
a Garrapato y Castaño
que todos son traspelistas
traspelistas de tabaco. “
“En el Paseo la Música no debe faltar” son palabras del pasado, de nuestra historia, atribuidas al Alcalde de por entonces y que la Murga lanzó al viento y hoy recordamos para no olvidar y recobrar.
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