LOS REFRANES:
LITERATURA POPULAR
La
otra noche en un programa televisivo, daban la noticia de que muy pronto, todas las cajetillas de tabaco, llevaran
mensajes alusivos al mal que produce el tabaco. También decían que la venta de petacas había aumentado, dado que
estaban hechas a medida del paquete. Y es que como dice uno de los tantos
dichos del pueblo, “ojos que no ven, corazón que no siente”.El hispano siempre
tiene a su alcance algún refrán al que darle vida y éste viene “como anillo al
dedo” para pasar por alto la advertencia
de las autoridades sanitarias, aunque el tabaco mate.
El
español es muy rico en adagios, refranes o proverbios. Hay un dicho para cada situación, e incluso algún
que otro parlamentario los usa de vez en cuando. Pero lo cierto es que
encierran una gran dosis de sabiduría popular.
Cada
uno de estos proverbios, tiene su historia y muchos provienen de la edad media,
que de boca en boca han llegado hasta nuestros días. Los hay para cada
situación, ya sea la agricultura, el comercio, la política, la medicina etc..
¿Quién no ha oído “el que regala bien
vende, si el que recibe lo entiende”.. o
“el que no te conozca, que te compre”?. Si analizamos el sentido de cada uno de estos dos dichos,
cuando reciba un regalo amigo lector, ya sabe a que atenerse... y si hace un
regalo “ a buen entendedor no hacen falta palabras”.... Sin embargo el segundo
adagio viene de muy lejos, por lo que voy a contarle su origen picaresco que me
contó un agricultor natural de los Santos Lugares. “Se cuenta que en la época en que reinaba Felipe V, tres
jóvenes estudiantes de bachiller se dirigían a Sevilla desde la
Puente de Don Gonzalo, cuando
acertaron a pasar por un caserío cerca
de la Villa de Aguas Dulces, lugar perteneciente al marquesado de Estepa y
cerca de la Ciudad Ducal de Osuna. Como quiera que no tenían dinero para comer
y además estaban muy cansados de tanto caminar, convinieron ofrecer sus
servicios al de la casa, aunque fuera a cambio de que les diera cobijo y
comida. Así fue, se presentaron dos de
ellos al amo, y después de explicarle que iban camino de la capital los admitió
para realizar algunas labores agrícolas.
El
otro estudiante, que padecía fuertes dolores de barriga, no podía realizar
labor alguna, de manera que tramaron que el enfermo se escondiera en el pajar,
lugar idóneo para su descanso al que le llevarían la comida cada día, sin que
se enterase el casero.
En
el patio de la casa había una noria para el riego , que gracias al esfuerzo y
vueltas de un burro sacaba del pozo el preciado liquido.
Al
tercer día y una vez finalizado el trabajo, los dos bachilleres se despidieron
del amo dándole las gracias por la hospitalidad, la comida y algunas monedas
que les diera.
Antes
de irse, acordaron que se llevarían el burro,
animal que venderían en la Feria de San Miguel de Sevilla, que tenía
lugar por aquellos días, pero para que no lo echara en falta el dueño; el estudiante del pajar debería ocupar el
lugar del borrico. Así fue, el bachiller que se quedó, ocupó el lugar del burro
y empezó a dar vueltas alrededor de la noria, mientras los otros dos “tomaron
las de Villadiego” montados en el asno.
¡Asombro
del labriego! al ver al estudiante, dando vueltas a la noria que le
explicara que él era el burro, que un mago lo había convertido en asno por una
mala acción que había cometido años pasados en casa de una manceba, pero
que la profecía del brujo se había cumplido y al pasar por allí dos bachilleres, le desaparecería el embrujo,
como así sucedió.
El
pobre hombre, lo creyó, dio gracias a Dios por el desencanto y puso en la libertad al embrujado, que continuó su
camino para reunirse con sus amigos.
Los
otros dos, cuando llegaron a
Sevilla, vendieron el burro a unos
gitanos de la feria.
El
casero “se pasó toda la noche en blanco” pensando en su borrico y la solución
que le daría, pues la verdad es que necesitaba otro burro para las
labores del campo y poder sacar el agua del pozo.
Cogió
la diligencia camino de Sevilla con la intención de comprar otro. Una vez en la
feria de ganados empezó a mirar burros, pero el destino lo llevó hasta el lugar
donde estaba su asno:
lo miró
repetidas veces de abajo a arriba, hasta
que se acercó e inclinándose le dijo al oído :
¡
EL QUE NO TE CONOZCA, QUE TE COMPRE. ¡ .
Los
refranes son parte de nuestra literatura popular, deberían cultivarse y buscar sus
origenes..
RAFAEL ROMERO JIMÉNEZ.
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