Por Rafael Romero Jiménez.
Basta ojear cualquier tratado de trabajo social, para darse cuenta que el término voluntario, es designado “como toda persona que colabora por espontánea voluntad y no por obligación”. Es así mismo, la persona con inquietudes por los problemas sociales que aquejan a individuos, grupos, sectores sociales, etc. y que disponiendo de tiempo para desempeñar una labor de utilidad social, realiza una tarea por propia voluntad “sin recibir ninguna remuneración económica a cambio”, porqué de no ser así dejaría de ser una acción altruista y por amor al prójimo. Cuando se agrupan estos voluntarios de forma organizada y comprometida nace desde ese mismo momento, la solidaridad de unos ciudadanos y ciudadanas comprometidos para querer cambiar aquello que deteriora la dignidad humana. Sin embargo no siempre se recibe de la sociedad el apoyo que sería de desear para llegar a los destinatarios de la acción voluntaria organizada, cuando lo que se persigue es trabajar para que la sociedad sea más participativa, democrática y humana.
La solidaridad, el altruismo y el compromiso con la vida comunitaria, como dice la exposición de motivos de la Ley 7/2001 del voluntariado, son valores profundamente arraigados en la tradición social y cultural. Preocuparse por los demás, ofrecer de forma espontánea y generosa la ayuda a quien lo necesita , así como implicarse de forma personal en los problemas comunes, son actitudes cotidianas. Pienso que todos en el fondo llevamos el don del voluntariado, sólo que en determinadas ocasiones, aparece de forma espontánea con tal ímpetu que hace de nosotros verdaderos héroes, basta ver los cientos de voluntarios que socorrieron a las victimas del atentado terrorista del pasado día 11 en Madrid, acción que sólo puede calificarse como ¡admirable!, debiendo resaltarse que fue tan importante la respuesta , que muchos de ellos tan sólo pudieron congregarse en la puerta del pabellón en la que se encontraban las familias de los muertos, sin llegar a prestar su ayuda, esperando horas y horas por si era necesaria, hasta el punto de que desde FECOVAM, Federación de Voluntarios, se alertó de la necesidad de colaboración ciudadana debido a que los equipos psicológicos, que también de manera altruista y voluntaria trabajaban con los amigos y familiares de las victimas eran insuficientes para asistir a los afectados. Por lo que desde aquí, desde este espacio hago un llamamiento a ese voluntariado innato que llevamos dentro, en la necesidad de instrumentalizar nuestra participación junto a los demás ciudadanos tal como lo establece el artículo 9.2 de nuestra Constitución Española y el 12.1 del Estatuto de Autonomía para Andalucía.
Para acabar y como ejemplo de lo que debe ser un voluntario, le voy a contar una anécdota que viví desde muy cerca, relato en el que no voy a citar a la alta personalidad de que se trata, porque no viene al caso: Una vez tuve la ocasión de coincidir con una alta personalidad política de nuestro país en una feria o salón de juventud cuando visitaba un pabellón de la Cruz Roja Infantil en la que los voluntarios eran niños de esta Institución. El político después de ser cumplimentado por los responsables del stand, se dirigió a uno de los miembros juveniles y después de saludarle afectuosamente, le pregunto: ¿ cúal es tu misión en la Cruz Roja?, a lo que contestó el niño: Yo, colaboro cuando puedo como voluntario que soy. ¿ Y que es ser voluntario? volvió a preguntarle la personalidad. La respuesta del miembro de la Cruz Roja fue inminente : ¡Para mi y para todos mis compañeros y compañeras: ser voluntario es una forma de darlo todo a cambio de nada!. Magnifica forma de calificar una acción que desgraciadamente no practicamos todos y que tantísima falta hace...
No cabe duda de que esta conciencia de responsabilidad social dignifica a las personas comprometidas en defender, a la naturaleza, al medio ambiente, al patrimonio cultural y a las personas en situaciones mas desfavorecidas, contribuyendo en definitiva por una vía democrática la calidad de vida de los demás.
Amigo o amiga lectora que lee este mi articulo, ser voluntario para llevar a cabo acciones por el bien de los demás es siempre teleológica o finalista, como lo es todo hacer del hombre, pues está encaminada hacia fines concretos, subjetivamente deseados, en virtud de tener un porqué o motivación y para qué o finalidad.
En nuestra sociedad faltan muchos voluntarios para hacer y predicar el bien, pero eso sí, a cambio de nada, cosa muy difícil para los apegados al materialismo.
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